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No es ningún secreto que muchas de las calles de Barcelona fueron bautizadas con el nombre de los oficios que antiguamente tenían los GREMIOS que trabajaban en ellas.

Las calles Argenteria (que debe su nombre al brillo de las joyas que lucían los que por ella circulaban), Vigatans (comerciantes de vigas), Cotoners (algodón) o Flassaders (fabricantes de mantas), son solo algunos ejemplos de ello.

Si caminas por ellas probablemente en seguida deducirás por sus nombres a qué se dedicaba el gremio correspondiente. Pero hay algunas calles en las que la cosa se complica…

Este es el caso de la calle de la Tapinería. Seguramente la mayoría al escuchar este nombre no sabrá a qué se dedicaban los artesanos instalados en ella.

Pues bien, este gremio fabricaba un tipo muy particular de sandalia, los chapines (tapins en catalán), que se llamaban así por el sonido que hacían al caminar.

Los chapines eran una obra de ingeniería pura hecha calzado, y su diseño, perfectamente ideado y no apto para personas con mal equilibrio, tenía una doble función: por un lado, hacían más esbelta la figura de la mujer que los llevaba, y por otro aislaban el pie de la humedad de la calle.

Esto se conseguía con una suela formada por varias capas de corcho forradas de tela, y que literalmente levantaban el pie del suelo a una altura considerable para mantenerlos secos.

Seguro que cumplían su función a la perfección, eso sí, por las fotografías que se conservan, caminar con algunos de ellos no debía ser tarea fácil.

Un dato más: en la Edad Media las mujeres no podían calzar chapines hasta que se casaban.

 

 

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Barcelona: Narrativa transmedia, diseño transversal y cultura intergeneracional